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¿Cuántos
panes nos hemos comido?
¿Cuántos
peces se nos fueron nadando?
El
afán se nos hizo milagro
y las
cubas se llenaron de vino.
Conversamos
en un rato perdido
de las
bazas que habíamos ganado
en el
juego hostil de la vida,
sugiriendo
no sé quién del grupo
que
más que las bazas cuentan los tantos;
señalando,
a su vez, con acierto y concierto,
que
cada juego tiene sus apaños;
que en
el mus los ases valen algo,
pero
son los reyes los que imponen su brazo;
y por
ello es preciso saber
qué
descartes se van de la mano.
Sin
embargo, en la brisca
es el
as el que reina…
y si
tres se reúnen en un mismo triunfo
al rey
de los hunos
al
caballo de otros
y a
las sotas o sotos
les
infligen derrota o derroto.
Y
después de bebernos el vino,
empezamos
a cantar mentiras,
y las
liebres se hicieron marinas
y el
monte se llenó de sardinas;
y
después de mentir sobre frutos en árbol
nos
metimos en un buen melonar…
nos comimos
un melón de verano
y los
de invierno ¡ya se verá!
Y
ganamos un tiempo perdido
hablando
del azar y sus reglas
(paradojas
aparte)
y
después de bebernos el vino…
y
después de montar una juerga…
y
después de contar cien mentiras…
nos
volvimos a casa con sonrisa abierta…
y el
futuro vendrá con sus panes
y
habrá peces que escapen del plato
y
habrá afanes que obren milagros
y mentiras
que cambien las liebres por gatos
y
habrá bazas vacías sin tantos
y
entre reglas y azares
nos
jugaremos con gusto la vida.
Impersonem.