Los ratones de mi casa
se han
comprado una corbata
porque
dicen que están hartos
de
estar todo el día en bata…
Se la
han puesto con un traje
y se
han ido a buscar queso,
como
yo no tengo gato
les
despedí con un beso;
en mi
casa se comían
el
trigo que no tenía
y se
arrascaban sus huesos
con
aspecto de traviesos;
les
puse un puente de plata
(ahí
era yo el travieso),
y en
un sentido hasta luego,
y,
también en sentido ruego,
les
dije con rostro tieso:
¡dejad
de darme la lata!
Me
había acostumbrado a ellos
por
cojines y razones
que no
alcanzo a comprender…
y más
sabiendo que ahora
se ha
puesto muy de moda
imponer
el emprender…
¡qué
truhanes!
hace
tiempo me perdieron el respeto;
siempre
los veía campando
con
Pinochos cuyo padre
nunca
se llamó Geppeto.
No sé
si aguardo o temo su regreso
sea de
éxitos cargados
o de
fracasos rendidos,
mi
hospitalaria empatía
nunca
calcula las pérdidas
y
aunque he tapado agujeros
la
puerta siempre está abierta;
mas
puede ser que en buen uso
de su
traje y su corbata
el
queso que ellos consigan
les dé
para emanciparse
y
siempre que vengan a verme
nunca
decidan quedarse.
Impersonem.