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Escucho
respetuosamente el mantra
de
quienes aspiran a ser eternos…
y yo
que nunca he sabido
qué
hacer con tanto tiempo,
me he
dedicado a ver
qué
pasa en este momento…
Leí y
oí los cuentos sobre esta vida
con
los ojos abiertos
y el
alma encendida;
con la
razón en prevengan
y la
fe herida…
y,
casi a tientas,
(braille
discreto)
fui
descubriendo algún secreto
guardado
en los cajones
que
entran y salen
en
muebles de abolengo
guardados
en trastiendas
donde
hay transacciones
que,
por razones inconfesables,
siempre
son secretas
y
están sólo al alcance
de
quienes hacen el balance
cubriéndose
sus manos “negras”
con
impolutos guantes blancos.
Impersonem.