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En un árbol
legendario,
colgando del
tiempo
como frutos
de invierno
se encuentra
la cosecha del hombre
escarchada y
helada en su adentro.
Guerras
constantes.
Hambre
evitable.
Soledad
acompañada.
Miserias
innombrables.
Enfermedades
de dudosa aparición y permanencia.
Se pasea la
vida disfrazada de encanto,
como un pavo real delante de un público harto
como un pavo real delante de un público harto
de ver en sus
carnes los jirones que un año tras otro
en su piel
van dejando a su paso,
y de ver en
la suela de sus zapatos
la mierda que
en el mundo
ha ido
dejando el ser humano
como efecto
de sus actos.
Pero los
hombres importantes de la Tierra,
presidentes,
obispos, diputados,
y un etcétera
de bien acomodados,
aún no se han
enterado,
pues tienen
asegurado su descanso,
ya que
vestidos con el disfraz más caro
se sientan en
el sillón más cómodo...
¡No hay duda
de que es importante su descanso
para que
puedan pensar con claridad!
El pueblo,
sin embargo, está mejor cansado
para que no
repare en la farsa,
en la
comedia,
o en todas
esas cosas que se representan
con la
solemnidad ostentosa del engaño.
Impersonem.
